Los desafíos de la nueva coalición siria

BBC, Beirut.- (Jim Muir).- Fue un nacimiento difícil, después de un largo periodo de gestación que culminó con una semana de intenso parto. Y con una larga fila de doctores y matronas aguardando ansiosos el final.

Pero después de mucho empujar y presionar a última hora, con algunos llantos de sufrimiento, el liderazgo de una nueva y unificada oposición siria que tanto había esperado Occidente salió por fin de las conversaciones de Qatar.

Como le vaya en el futuro depende sobre todo de hasta qué punto sus aliados extranjeros, el llamado grupo de «Amigos de Siria» liderado por Estados Unidos, cumpla con sus promesas de apoyo.

Y eso, a la vez, dependerá de hasta qué punto la Coalición Nacional para las Fuerzas de la Revolución y la Oposición Siria demuestre su credibilidad y liderazgo sobre el terreno, especialmente a la hora de controlar y unificar al ejército rebelde.
Apoyo internacional

Quienes respaldan a la oposición desde el exterior ven esta coalición como un paso necesario que facilitará la llegada de ayuda y recursos a las zonas «liberadas» en manos de los rebeldes, sobre todo ahora que se aproxima el invierno.

El reconocimiento formal de la organización puede llegar en una cumbre que se celebrará pronto en Marruecos. Los estados miembros del Consejo de Cooperación del Golfo han sido los primeros en hacerlo, y se espera que otros les sigan.

Al menos eso es lo que acordaron de manera unánime en la reunión de los principales miembros de los Amigos de Siria, celebrada en Qatar mientras se desarrollaba el diálogo entre la oposición.

Es decir, el grupo de EE.UU., Reino Unido, Francia, Alemania, Turquía, Qatar, Arabia Saudita, Emiratos Árabes Unidos, Jordania y Egipto.

En la reunión de Marruecos, asumiendo que finalmente se celebre, ya se deberían haber sentado las bases para que hasta 100 naciones reconozcan a la nueva coalición como la única representante del pueblo sirio.

Entonces, el grupo de la oposición podrá formar un gobierno interino compuesto por tecnócratas, un consejo militar y una autoridad judicial.

El plan de Occidente

Así, si el régimen de Al Asad colapsa, el gobierno interino asumiría la transición y después se disolvería tan pronto como se pudieran convocar unas elecciones.

Por tanto, en teoría ese sería el mecanismo para poner en marcha un cambio. La cuestión ahora es si todos comparten la misma estrategia para lograr dicho cambio de régimen.

Por un lado, las potencias occidentales quieren evitar que Siria se convierta en un nuevo Irak donde se desmantelen de golpe todas las estructuras del régimen, dejando al país sumido en el caos.

Confían por tanto en «decapitar» políticamente a la cúpula del sistema, a Al Asad y a sus 10 principales consejeros, para forzar luego una negociación política en la que la oposición sea capaz de llegar a acuerdos con los sobrevivientes del viejo régimen.

Por otro, algunos rebeldes sirios temen que esta estrategia acabe convirtiéndose en una vía libre para que la oposición negocie con Asad.

Pero sus defensores aseguran que se trata de que la oposición pueda ganar poco a poco el apoyo dentro del propio país, presentándose como una alternativa creíble a Asad.

Su argumento más obvio es que el actual presidente no parece tener intención de cooperar, pero si finalmente Asad sale de escena, entonces otras naciones como China o Rusia —reacias hasta ahora a apoyar a la oposición— no tendrán más remedio que confiar en un gobierno de transición.

Si Moscú y Pekín —o incluso Teherán— le dijeran a Asad que se ha acabado su tiempo, sería difícil imaginar que pudiera resistirse a abandonar el poder durante mucho tiempo, no más que Hosni Mubarak en Egipto o Zine al-Abidine Ben Ali en Túnez.

¿Y las armas?
Por el momento, Occidente espera un periodo de al menos seis meses plagado de hostilidades, con la oposición intentando cambiar el equilibrio de poder en el país y Rusia todavía reacia a la formación de esta coalición.

Además, uno de los principales retos para los opositores será lograr que los rebeldes dispongan de equipo militar más efectivo, especialmente en armamento anti aéreo y anti tanques.

Por ahora, países como EE.UU. se han negado a facilitar armamento o un puerto seguro a los rebeldes, preocupados por la posibilidad de que pudiera acabar en manos de grupos extremistas que eventualmente acabaran formando un nuevo Talibán.

Pero la oposición confía en que al menos Occidente dé pronto su visto bueno a que otros países como Qatar, Arabia Saudita o Turquía puedan proveerlo.

Y su argumento es que mientras se le niega el armamento que necesita para hacer su trabajo se está creando un vacío que los más radicales están sabiendo explotar.

Si la nueva coalición tiene éxito en establecerse sobre el terreno con los recursos suficientes, la minoría radical podría verse desplazada o incluso opacada por la oposición.

En definitiva, como uno de los que conoce el proceso señala: «La gente acabará reconociendo y siguiendo a cualquiera que pueda darle armas y dinero».