(EL UNIVERSO).- Ocurrió en un amanecer del verano de 1989 en la provincia de Villa Clara, en el centro de Cuba. Alberto –un cubano de 34 años que migró a Ecuador hace once meses– afirma que esa mañana buscó a Fredy, su compañero de juegos de la infancia, en la casa vecina en la que vivía, pero no lo encontró.
Con 7 años de edad en ese entonces, este hoy programador informático no entendía el porqué su amigo con el que jugaba pelota había migrado con sus padres a Estados Unidos sin decir nada. “Es donde mis padres me dijeron que se fueron. A Fredy apenas lo dejaban salir a jugar. Eran personas que se estaban yendo, entonces los tenían vigilados. Años después lo comprendí”, dice este trigueño sobre el seguimiento que hace el Gobierno cubano a todos los que no comparten la doctrina socialista del Gobierno castrista que lleva 57 años en el poder.
Los padres de Alberto, que se consideraban “revolucionarios” por ser adeptos a Fidel Castro, nunca le explicaron la forma como Fredy abandonó Cuba. Si se fue como balsero en una de esas vetustas embarcaciones que hasta hoy los cubanos usan para surcar el estrecho de la Florida y llegar a suelo estadounidense, como asilado político o por reclamación de familiares residentes en EE.UU.
En su caso, decidió migrar a Quito por vías legales el año pasado. El presidente Rafael Correa dispuso, en junio de 2008, la eliminación del visado para los extranjeros. Desde entonces, el arribo de cubanos a Ecuador pasó de 4.015, en 2007, a 65.369, de enero a noviembre de 2015. Es un éxodo alimentado, dicen los que migran, por el desencanto ante las políticas socialistas. El destino principal ha sido Estados Unidos.
Alberto cuenta que su desilusión con el régimen castrista empezó al término de su adolescencia cuando se preguntaba si Fredy y todos los que había visto huir de la isla, eran “realmente mercenarios de la CIA (órgano de inteligencia de EE.UU.) como les decían en el periódico (estatal cubano) Granma o “gusanos” y “traidores”, como los llamaban en la casa donde creció Alberto.
Sus cuestionamientos también se centraban sobre el porqué tenía que seguir determinada carrera (médico, maestro) que el Gobierno cubano establecía con mayores cupos, si él quería estudiar Filosofía. Y el porqué solo debía regirse en esa materia por los libros de la biblioteca de la Universidad Central Marta Abreu de Las Villas, en la provincia de Villa Clara, donde estudió, que contenían las teorías leninistas, marxistas, comunistas, afirma.
Eran textos que hablaban de “la igualdad”, “la lucha de clases sociales”, “del bien común”, “que todo debe ser de todos”, frases que Alberto y Suyin, migrante cubana de 42 años que llegó a Quito hace 24 meses, recuerdan que escucharon durante su niñez en las aulas de clases en Cuba, donde la educación y la salud son gratuitas.
Alberto finalmente estudió una carrera técnica (Programación) y dice que migró a Ecuador en busca de mayores libertades civiles, pero aún no obtiene su residencia. Tiene la esperanza de conseguirla hasta el 31 de octubre próximo, plazo establecido en una resolución del Consejo Consultivo de Política Migratoria –organismo adscrito al Ministerio del Interior– para los cubanos que entraron antes de noviembre de 2015.
El actual régimen retomó la exigencia de pedirles visa desde diciembre último, en un país cuya Constitución contempla, en su art. 416, los principios de libre movilidad de los habitantes del planeta en el marco de la ciudadanía universal.
Suyin, en cambio, cuenta que abandonó Cuba en busca de mayores oportunidades económicas. En la isla ganaba $ 30 al mes como odontóloga. Recuerda que dejó de ser ‘revolucionaria’ cuando a sus 18 años veía cómo su madre dejaba de comer pollo por alimentarla: “En la década del noventa pasamos de comer pollo varias veces a la semana a comerlo una vez cada quince días. Había apagones y la leche es restringida para los niños de 0 a 6 años”, afirma.
Ahora en Quito, donde trabajó de cocinera con un sueldo de $ 300 y hoy está desempleada, teme al igual que Alberto ser deportada como los 121 cubanos que retornaron de Quito en un avión militar a La Habana, en tres grupos desde el sábado pasado. El Ministerio del Interior dijo en un comunicado que se trataba de migrantes “que no justificaron de manera legal su permanencia en Ecuador” y que todo se dio “con total respeto a los derechos humanos”.
El Gobierno cubano, a través de un comunicado del Ministerio de Relaciones Exteriores, se sumó a esta versión y determinó que los deportados serían trasladados a sus provincias de origen. Pero el colectivo de cubanos testigos de estas deportaciones y defensores de derechos humanos tienen otra versión de estos hechos.
Francisco Hurtado, miembro del colectivo llamado Coalición por las Migraciones y el Refugio, asegura que entre los deportados estaban quienes ingresaron al país hasta noviembre pasado, por lo que regía el plazo de regularizarse. Y otros solicitaron refugio durante las audiencias realizadas ante los jueces contraventores, luego de que fueron retenidos, la madrugada del 6 de julio pasado, en el parque El Arbolito de Quito.
“Para los refugiados se debe acatar el principio de no devolución establecido en la Carta Magna”, afirma Hurtado.
Entre los deportados está un cubano que había desertado de la fuerza pública y pidió refugio porque temía represalias del régimen castrista. Además estaban los padres de una adolescente que quedó sola en Ecuador. El medio digital cubano 14ymedio.com –creado por la periodista y activista Yoani Sánchez– indica que los deportados fueron interrogados a su llegada a La Habana, pero luego quedaron libres.
“El problema es que siempre (el Gobierno cubano) te tiene el ojo arriba”, dice Olga, migrante cubana que llegó a Ecuador hace 18 meses.
Ella, de 26 años, estaba en el parque El Arbolito aquella madrugada del 6 de julio cuando dice que vio cómo los policías con escudos rodearon el lugar. “Nos gritaban que era un control migratorio, mientras recogían las carpas, los colchones, todas las pertenencias de los cubanos y con los escudos golpeaban a niños y a una embarazada”, cuenta Olga, que también está desempleada hace un año y sus familiares en EE.UU. la mantienen como cuando vivía en Cuba, en una finca del municipio de El Cotorro.
La Alianza Nacional Cubana de Ecuador ha publicado en su página de Facebook fotos y videos de estos hechos. En uno filmado el domingo pasado desde los exteriores del hotel Carrión, se observa cómo un uniformado le pega en la nuca a uno de los retenidos y luego se ve que se apaga la luz del cuarto. Son situaciones que han sido denunciadas ante la ONG Human Rights Watch, que ha rechazado lo ocurrido.
El Ministerio del Interior informó en un comunicado emitido el lunes pasado que el proceso de deportación de los cubanos se realizó “respetando el debido proceso”.
Lo mismo dijo ayer el presidente Correa en su enlace: “En Ecuador creemos en la movilidad humana y en la ciudadanía universal, pero no nos vamos a convertir en un país coyotero”. Agregó: “No es que venían a radicar en el país estos cubanos, estaban de paso para llegar a Estados Unidos, por eso a la brava querían que les den visa a México por la Ley de Estados Unidos que si pones un pie en ese país te tienen que dar la residencia… eso no lo podemos permitir» , agregó.
Este Diario pidió entrevistas a la Embajada de Cuba en Quito y a la Cancillería, pero no hubo respuesta. (I)