El asambleísta que plantea salir del ‘correísmo’

(Diario EL UNIVERSO).- Informe: Actores políticos

César Montúfar cita al chileno Nicanor Parra al hablar de sus actuales opciones electorales. “Para ser presidente hay que ser escupido previamente”, decía, irreverente, el poeta antipoeta.

El asambleísta y hoy precandidato presidencial por Concertación asegura que él ya cumplió con ese requisito. “En estos años, en la calle, primero me han agredido físicamente. Me han insultado, me han tirado monedas, me han escupido. Estoy preparado para ser presidente”, remata él con una carcajada.

¿Por qué busca la Presidencia?
Porque es necesario que exista un proyecto realmente alternativo. Es necesario un país donde exista una democracia real, un estado de derecho, una economía de mercado donde la iniciativa esté en los ciudadanos y donde tengamos la posibilidad de que haya una sociedad de ciudadanos activos, de personas sin miedo para producir, invertir, trabajar, expresarse. Esa visión está cerrada con el Gobierno.

Usted, antes de ser asambleísta, venía de la cátedra y del activismo por la participación ciudadana. ¿Qué espacio cree que pueda tener en el electorado una figura con su perfil?

Hay un espacio enorme para el centro político que represento, de personas que sabemos que las soluciones no van a venir de los extremos: ni de una izquierda radical ni de una derecha que plantea una visión absolutamente privatizadora. El país está cansado de esa polarización, de pensar que somos enemigos de posiciones irreconciliables.

¿Cuál será el papel del Estado, en caso de llegar a gobernar?

Yo me podría ubicar dentro del liberalismo social. Creo en el estado de derecho y en el mercado, pero creo también que el Estado tiene que tener el papel de regular y controlar a los diversos actores de la sociedad en función de lo que podríamos llamar interés público, la protección del ambiente y la creación de oportunidades. Pero la iniciativa tiene que estar en las personas. El papel actual del Estado es absorbente. El modelo neoliberal favorece a quienes tienen condiciones para competir en el mercado y el estatista favorece a quienes tienen condiciones para aprovechar las rentas del Estado. En un lado tenías que besar la bandera del mercado y ahora tienes que besar la bandera del partido oficial, pero en ninguno tienes la libertad de las personas como fundamento. No creo que los problemas de la sociedad, los temas en los que incluso puedo estar moralmente en desacuerdo, se solucionen mediante una imposición del Estado. Yo creo en las personas y creo en su capacidad de escoger lo que ellas consideren bien, lo que ellas consideren la “buena vida”. No creo que el Estado tenga que imponer el “buen vivir”.

Usted, como activista y luego como asambleísta, ha protestado por la despolitización de las cortes, el exceso del gasto electoral, la libertad de expresión y otros temas relacionados con el funcionamiento del aparato estatal, pero estos problemas, para el ciudadano común, no son vistos como prioritarios en su día a día. ¿La suya no ha sido una lucha alejada de la realidad social, en la que hay necesidades básicas aún no satisfechas?

No concuerdo con que esas no sean preocupaciones de la gente. Esos temas están vinculados a lo más profundo y esencial del ser humano. Le puedes dar empleo a una persona, le puedes dar un bono, pero si le quieres imponer una forma de pensar, le estás negando el ser una persona. Esa es la base de la democracia. Si yo creo que tú tienes que pensar igual que yo y que todos los que no piensan como yo son mediocres, sencillamente no puede haber democracia. Temas como la libertad de expresión y la independencia de las funciones del Estado, incluida la Judicial, son fundamentales para todos y yo hago política desde lo que creo. Si es que yo voy a hacer política desde lo que yo creo que puede ser lo que la gente quiere oír, yo no me meto a la política. Si cuando me lancé a las calles a luchar contra la Pichicorte me hubiera puesto a pensar en a quién le importa la Función Judicial, según las encuestas, no lo habría hecho. Un político que se rige por lo que le cuentan o que cree que en las encuestas lee lo que a la gente le interesa y no actúa por convicción, no es un político. Es un mercader de la política.

¿Y cuál es su propuesta?

Nuestro plan tiene tres partes. Primero, una reforma constitucional profunda. Segundo, una agenda legislativa con reformas a quince leyes expedidas por el correísmo; leyes que conculcan libertades económicas y políticas, leyes que han generado un ambiente propicio para la corrupción, leyes que han permitido la captura de las funciones del Estado. Tercero, soluciones radicales para la inseguridad, empleo, educación, salud, ciencia, tecnología, productividad, relaciones internacionales… Estamos dispuestos a que avancemos, en conjunto, en esa agenda legislativa que queremos proponer para que –ojalá– los sectores democráticos, que ya no vamos a ser oposición en el próximo gobierno, tengamos una misma agenda en la Asamblea.

¿En qué cree que se diferencia usted de los otros candidatos y agrupaciones de la oposición?

Con el candidato de la izquierda radical, en que a nosotros nos parece que la solución no es regresar a la Constitución de Montecristi. Con otros candidatos, en que no le dan a la reforma constitucional el peso que tiene. La campaña no puede ser solamente la construcción de una imagen publicitaria que le pueda ganar a Rafael Correa. Tiene que haber un proyecto basado en la libertad, que sea la alternativa a un proyecto basado en el autoritarismo y el estatismo.

¿Las reformas se harían vía Asamblea o Constituyente?

La reforma a la Constitución no tiene que ir por la vía de una nueva Constituyente. Hay que superar esta idea de que hay que refundar el país. Hay que ir por la vía de una consulta popular y un referéndum, pero para una reforma profunda, una que, por ejemplo, instale el voto voluntario, que acabe con esta ficción de participación en el Consejo de Participación Ciudadana, que promueva la descentralización, que cambie este sistema hiperpresidencialista. Vamos a plantear un proyecto el primer día de mi gobierno. Lo que ha hecho este Gobierno, en términos de regresión institucional y democrática, no tiene nombre.

¿Pero qué base tiene? En su precandidatura no se ve a sectores sociales organizados: gremios de maestros, trabajadores, agrupaciones indígenas.

Es que la mayoría de ciudadanos no están organizados. La mayoría son ciudadanos a secas. La fuerza de la izquierda es contar con una base de ciudadanía organizada, pero ese es un sector de la sociedad. Importantísimo, pero no necesariamente el mayoritario. No hay que asustarse porque uno no tiene un gran jerarca de la política del pasado ni un gran líder de las organizaciones del presente.

Usted ha salido a protestar a las calles. ¿Cuál será su postura sobre el derecho a la protesta?

Los políticos tenemos que escuchar más que hablar. Yo voy a escuchar a todos, sobre todo a aquellos con los que no estoy de acuerdo. Va a haber una vigencia absoluta de las libertades. No voy a gobernar con base en encuestas. Así como ahora: soy político no porque me lo dicen las encuestas, sino porque creo en lo que tengo que hacer.

¿Pero qué piensa sobre la paralización, el cierre de vías, de escuelas o de centros de salud?

Eso es parte de la democracia, pues. ¿Qué hace un débil cuando no tiene cómo protestar? ¿Eso tiene que ser criminalizado? ¿Eso es sabotaje y terrorismo? No, pues. Ahora, evidentemente, hay una autoridad y ordenamiento legal, pero eso tiene que ser utilizado proporcional e inteligentemente, sobre todo mirando el contexto y las razones de las personas. Una de las posturas fundamentales de mi gobierno, y también uno de los cambios en la Constitución, va a ser que los pueblos y nacionalidades tengan el derecho no a la consulta, sino al consentimiento previo, cuando vaya a haber explotación de recursos naturales en su territorio. Voy a actuar escuchando y respetando la opinión de los demás. No oirán que yo profiera la más mínima descalificación o insulto, incluso si soy descalificado o insultado.

Usted ya promovía el poder ciudadano, pero la Constitución a la que usted se opuso, a través de una campaña por el No, creó el llamado Quinto Poder. ¿No es esto una contradicción?

Eso tiene que desaparecer porque ahí no hay ninguna participación. Es un instrumento del presidente para imponer su voluntad y nominar a sus allegados a funciones de control, de fiscalización. Las atribuciones de nominación tienen que regresar a la Asamblea. Puede haber veedurías, pero con garantías para que no pase lo que les pasó a los veedores del ‘Gran Hermano’. Tiene que haber garantías para que los ciudadanos puedan organizarse, observar y opinar sobre los asuntos públicos. También tiene que funcionar el acceso a la información pública para que tengan la posibilidad de conseguir información.

Usted está en la oposición y ha votado con grupos de la llamada partidocracia, algunos de los cuales practican un estilo de política que dice no representar.

Pero yo no elegí a esos políticos. El pueblo ecuatoriano los eligió. Yo tengo que trabajar con quienes puedo llegar a acuerdos puntuales en el espacio en el que estoy. El pueblo eligió a esos partidos y tengo que trabajar con lo que existe… Yo no puedo decir: “Bueno, miren, a mí no me gustan mis compañeros, entonces me declaro loco y no hago nada”. Otra cosa hubiera sido decir que nos unimos a ellos para presentar un nuevo proyecto de país. No, pues. Más bien nosotros estamos diciendo: “Aquí tenemos otra postura, otra actitud, otra práctica, otras ideas, otras propuestas”. No estoy diciendo que hay que votar por fulano o zutano. Presentar una candidatura presidencial es un acto de consecuencia con lo que creemos.